Gorditas Sumisas

No la secaría, y la llevaría mojada luciendo sus encantos a través del camisón mojado hasta el círculo de velas en el salón.Una vez allí, le diría las primeras palabras, «ponte de rodillas, que tu culo se siente sobre tus pies y ten la cabeza agachada”, allí la dejaría para que se secara al calor de las velas viendo como poco a poco su camisón se iba desprendiendo de su cuerpo, sus pezones, sus pechos, sus piernas… Sería en ese momento, cuando llegando por detrás, con mucha delicadeza, le empezaría a acariciar y pellizcar sus pezones a medida que mi lengua recorre su cuello, para a continuación quitarle la venda de los ojos, pero no las esposas y haciéndole apoyar la cabeza en el suelo, haciendo descender con suavidad con mi lengua por el camino que marca su columna vertebral hasta sus nalgas, donde me quedaría jugando un buen rato, besándolo, lamiéndolo y dando algún que otro azote.Entonces, con mis dedos tocando su clítoris y mi lengua saboreando sus nalgas, jugaría con la punta de mi miembro en su sexo, llegando a entrar de un solo golpe, intentando que de ella saliese un grito de dolor y de satisfacción que le provocará un primer orgasmo, para volver a sacársela de su

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