Mujer Con Orejas De Gata Y Sexo En La Posada

Sin darme casi cuenta de un posible un rechazo, subí mis manos que estaban en su cintura, y la tomé por los pechos por encima de la bikini; suspiró, y aceptó la caricia.Perdí la noción del tiempo, de la gente que estaban bañándose, de que la mujer que tenía apretada era mi propia madre, que era todo eso una locura, y mi lengua entraba y salía de su boca, nos intercambiábamos la saliva como si fuese una droga de amor, y mis dedos apretujaban sus tetas en una caricia incestuosa y ardiente.Después, cuando salimos del agua, en silencio, tímida, ella se colgó de mi brazo y nos dirigimos al hotel; nos cambiamos de ropa, sin que comentara lo sucedido, y bajamos a almorzar.Hubo un corto silencio y luego ella me dijo cariñosa y tierna:–Escucha hijo… esto que sucedió en el mar, me ha gustado más de lo que suponía, y no me arrepiento, pese a que nuestros besos fueron muy… muy poco de madre e hijo… –se sonrió al decirlo– pero deberemos repetirlo mañana cuando venga ese desgraciado y nos sorprenda…En realidad, la cosa había sido armada así: el conserje lo haría pasar, cuando llegara, pero nos avisaría por teléfono de su arribo, y yo estaría con mi madre en posición

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