Me miró, bajó la cabeza, pero se acercó.—¿No me vas a saludar?—¿Y si mi esposa está cerca?—¿Y si no me importa?Su mirada era la misma: fuego tímido, pero listo para explotar.Me dejó una nota doblada en la mano. Porno Otra vez.Sin miedo. El olor me golpeó con fuerza. Ella me apretaba con fuerza, gimiendo como nunca.Se vino tres veces. Con deseo de marcar.Me lamió lento. La abracé desde atrás, la acaricié por debajo del vientre, y cuando mis dedos rozaron sus vellos húmedos, un quejido ronco me confirmó que ella también quería más. Trabajé, hablé poco, dormí a su lado.Pero algo cambió.Mi esposa empezó a mirarme distinto. Trabajé, hablé poco, dormí a su lado.Pero algo cambió.Mi esposa empezó a mirarme distinto. No fuerte… solo lo justo para marcarla.Nos quedamos tirados en el piso. Vivo. Me quedé con su olor metido en la piel, con la memoria de su axila tibia rozando mi boca, con su sabor salado en mi lengua.Pasaron días hasta que me escribió desde un número desconocido:“Hola… soy yo. ¿Te acuerdas de mí?”Como si pudiera olvidarla.Me citó en una casa muy distinta.
