Nada es lo tuyo últimamente —dije, incapaz de frenar el veneno que me salió en la voz.—No empecemos, Alma.Rodé los ojos, agarré las llaves y me fui.Mientras manejaba por la ruta, sentí el zumbido del aire acondicionado contra mi cuello. Y que es una lástima que nadie te lo recuerde —dijo Ángela, antes de enderezarse con un suspiro—. Porno Además… con el marido que tenés… no me sorprendería nada.Le di un manotazo amistoso en el brazo.—¡Callate!Pero cuando me senté, tuve que cruzar las piernas porque estaba húmeda. Estaba de espaldas, revisando el celular.—¿Tenés que trabajar esta noche? Y no pude evitarlo: un latido sordo me pulsó entre las piernas, mientras me pasaba la lengua por los labios, conteniendo un suspiro.Los días siguientes pasaron sin demasiados sobresaltos. Si necesita algo… aquí tiene un servidor.—Bueno, gracias… —respondí, soltando una pequeña carcajada que me traicionó.—Lo que sea, ¿eh? El recuerdo de Beto todavía me quemaba las entretelas. Era increíble cómo, a menos de medio metro de distancia, podíamos estar en mundos completamente distintos.Probé una última vez. Y hablando de recordar… ¡mi cumple es la semana que viene!—¡No me digas que cumplís treinta!
