Me dejé caer sentándome en el suelo, estaba como mareada. Le colocó una mordaza de donde colgaban dos cadenas con pinzas para los pezones, le soltó la cola y su pelo cayó sobre sus hombros, me invitó a ponérselas. Porno Su mano se lanzó a acariciar, sus dedos me apretujaron la vulva y el ano, pellizcos a las nalgas. Temblé y me retorcí.– ¿Te gustan mis caricias, cariño?– Te gusta el trato que te da, ¿no es cierto? Mi pulso se aceleró cuando pegó su cuerpo al mío. Pidió que la enculara, abrió mucho las piernas, apoyando sus tetas sobre mis piernas, vi y note como temblaba, sus piernas se estremecían, movía el trasero. Su mano se lanzó a acariciar, sus dedos me apretujaron la vulva y el ano, pellizcos a las nalgas. Como la tarde ya estaba avanzada, propuso que nos trajeran algo, acepté su sugerencia de comida italiana.Cuando llamaron al interfono, abrí yo la puerta y frente a mí una mujer, rápidamente deduje que se conocían por los saludos efusivos que se prodigaron. Me mira, sonríe, pasa la boca sobre la mía al tiempo que con la palma de la mano me da un azote en el trasero, susurra:– Tienes prisa,– No, mi tiempo es tuyo.– Eres una perrita muy
