Madurita Colombiana Disfrutando Del Anal

Su vello púbico era igual que el de sus axilas: negro, rebelde, salvaje. Porno gratis —dijo con la voz fría—. Caliente. Ahora gemía con control. Esa fue solo la primera vez.La puerta al infierno ya estaba abierta.Mi esposa empezó a sospechar.No hacía falta que dijera mucho. El vello húmedo, mojado, se le pegaba a la piel como una trampa de deseo. La chupaba con ganas, escupía, apretaba, lamía el tronco con los ojos cerrados, gimiendo como si eso la mojara más.—Córrete en mi boca… o en la camiseta… tú decides —dijo con la lengua en mi glande, su voz ronca por el deseo.La levanté. Caminó hacia mí. No podía hablar.Mi esposa se fue. Ana me abrazó del cuello, me besó con los labios sudados, me mordió el lóbulo.—Esto no ha terminado.Y lo sabía. Le lamí las estrías. Y cuando el reloj marcaba casi las dos de la mañana, bajé las escaleras y me encerré en el cuarto de lavado.Saqué la bolsa.El calzón era blanco, de algodón grueso, todavía húmedo. A cuerpo sin jabón, a deseo contenido, a sexo sin lavar. Todo lo que había guardado como si fueran talismanes de deseo, ahora eran pruebas de mi traición.—¿Qué tienes en la cabeza? Me la cogí de pie en la cocina una tarde mientras los

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