Maria Rojas Y Su CuÑado Bien Dotado

Me coloqué a gatas sobre el colchón, 
mientras que tú, puesto en pie, me mirabas;
usaste los brazos, me acariciabas
la espalda, los hombros; qué sensación. Te acercaste, te bajaste el calzón; 
la polla aún arrugada me mostrabas. 
Deseosa, la punta llené de babas;
reaccionaste, pronto vi tu erección. En la boca me entró todo el cipote;
tú, te oí, juraste, gemiste, jadeaste;
¡ay, madre!: sólo pensé en darme el lotecon tu ardiente hierro; vibraste, empujaste;
lamí el frenillo, el glande: «ahh, qué machote»;
rugiste, te ibas; chupé, me llenaste.  Me coloqué a gatas sobre el colchón, 
mientras que tú, puesto en pie, me mirabas;
usaste los brazos, me acariciabas
la espalda, los hombros; qué sensación. Te acercaste, te bajaste el calzón; 
la polla aún arrugada me mostrabas. 
Deseosa, la punta llené de babas;
reaccionaste, pronto vi tu erección. En la boca me entró todo el cipote;
tú, te oí, juraste, gemiste, jadeaste;
¡ay, madre!: sólo pensé en darme el lotecon tu ardiente hierro; vibraste, empujaste;
lamí el frenillo, el glande: «ahh, qué machote»;
rugiste, te ibas; chupé, me llenaste.  Me coloqué a gatas sobre el colchón, 
mientras que tú, puesto en pie, me mirabas;
usaste los brazos, me acariciabas
la espalda, los hombros; qué sensación. Te acercaste, te bajaste el calzón; 
la polla aún arrugada me mostrabas. 
Deseosa, la punta llené de babas;
reaccionaste, pronto vi tu erección. En la boca me entró todo el cipote;
tú, te oí, juraste, gemiste, jadeaste;
¡ay, madre!:

Maria Rojas Y Su CuÑado Bien Dotado