Carolina pegó un alarido, mezcla de dolor y de placer. ¡Rómpemelo, rómpemelo!”. Porno Al principio no éramos amigos, pues nos movíamos en grupos diferentes, pero nos saludábamos de vez en cuando y veíamos las mismas materias. Ya habíamos bebido un poco más de la cuenta y llegamos, por casualidad, a temas mucho más picantes. El hilo dental blanco que llevaba se le incrustaba deliciosamente en la raja. El problema es que, hasta donde yo sabía, Carolina era resistente a practicar el sexo anal. Al principio, cuando comencé a frecuentar a Carolina, no me llamaba para nada la atención y así continuaron las cosas durante mucho tiempo, prácticamente durante toda mi carrera universitaria. Empecé a metérselo milímetro a milímetro, sintiendo como su resistencia cedía. Con actitud decidida, Carolina me despojó de mis interiores y empezó a pajearme lentamente, haciendo que una abundante cantidad de líquido preseminal saliera de mi pene. Todavía tenía puesto el sostén, el pantalón. De resto, estaba muy bien vestida. Había un manjar que yo estaba esperando degustar antes del final de la noche: su culo. ¡Rómpemelo, rómpemelo!”. Todavía tenía puesto el sostén, el pantalón. Conocí a Carolina en la universidad, en el primer día de clases de mi carrera. Comencé a bombearla lentamente, con penetraciones profundas.
